Una amiga volvía de Francia y yo estaba yendo a verla.
Su casa quedaba tras un bar, en una esquina poco conocida de la ciudad.
Cuando llegué no había mucha gente, en su mayoría eran pibes jóvenes que se juntaron a tomar una birra o a matar el tiempo con una copas de más. Era de madrugada, pero no sabía muy bien qué hora (en los sueños el tiempo no existe).
En eso que me quedé sentado viendo un par de pibes jugar al pool, se abre una puerta al costado del bar y aparece ella. Con su sonrisa enorme y la simpatía que la caracteriza comienza a saludar a todos, todos eran sus conocidos. Y yo ahí, con unas ganas tremendas de hablar con ella, de quién sabe qué.
A medida que los va atendiendo se van yendo de a poco. Quedan solo 5 o 6 chicos en el bar y nos invita a su depto. Queda en el fondo, después de un amplio hall de entrada, adornado con sencillez y atravesado por unas enormes columnas de concreto. Cruzamos el hall rumbo a su rústico departamento. El amanecer empieza a despuntar por todos los rincones.
Me acerco a ella, y sin dejarme mediar palabra me dice: "Con vos quiero hablar". Cuando me dice así es seguro que algo mío se enteró.
Empieza hablando de fumar y que le regalaron una florcitas de marihuana. La charla se desvía hacía los cuidados básicos para el autocultivo. Yo señalo que es importante el potasio en esas plantas (o algo así) y que en mis manos seguro se morirían, que no sirvo para la huerta (lo cual es mentira).
En eso tocan timbre. Voy yo.
Abro la puerta y para mi total asombro apareces VOS. No caigo en la sorpresa.
- ¿Ustedes se conocía? Esquivas mi mirada y la pregunta y entras a saludar a todos.
No viniste solo. Había un chico con vos. Un chino, koreano, japonés, o vaya uno a saber de qué país había emigrado. Un asiático que no sé de dónde salió, ni qué hacía ahí.
Mientras todo esto pasaba aprovecho a salir al hall del patio entre el bar y el depto. Necesitaba tomar aire, fumarme un pucho y bajar la tensión.
Caminas entre las columnas hasta donde estaba.
- "Nos vimos anoche ¿qué haces acá?" Era todo un secreto todavía.
- "¿Así me saludas? ¿No te alegras de verme?" me dijiste.
- "No te puedo besar. Vas a querer más y te tenés que comportar".
En público soy muy tímido. Eso no era un secreto.
A pesar de todo hay ciertas cosas que no puedo aguantar, como la respiración por más de dos minutos o las ganas de agarrarte y no soltarte nunca más. Entonces te besé. Detrás de una columna, un piquito, cortito, de 2 segundos. Y me alejé.
Te pusiste re contento. Y yo me puse re contento. Pero tenía que controlarte porque estabas casi saltando.
- "Hay que pesado" - pensé. Y me agarraste de la mano. Te solté.
- "Basta, comportate". Un cagazo que te vieran tan picaflor.
Me apoyé en el barandal en dirección a los demás. Me agarraste por detrás. Me sostuve y me besaste el cuello... Me deje. Me rendí.
Me diste una vuelta en el aire, como un adaggio y el patio se convirtió en tu escenario.
A lo lejos divise a mi amiga. Nos imitó, haciendo vueltitas como de ballet y cagándose de risa.
Yo no sé bailar. Nunca baile así. Menos con un hombre. No soy de los que bailan. Ella lo sabía, pero no me importó. Me gustó.
Alguien puso música y sonó nuestra canción. "No quiero estar sin tí".
Te apoyaste sobre mi y me envolviste en tu abrazo. Te sentí y me encantó.
Y ahí terminó el sueño.
miércoles, 18 de abril de 2018
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