miércoles, 4 de julio de 2018

Canción para la Lluvia

— "¿Que le pasa"? pregunto la niña.
— Es un hombre triste Leonor, seguí caminando.
La niña observaba al hombre sentado en la ventana con curiosidad:— Su mujer falleció de una enfermedad terminal y el se dedico a criar las mejores flores del mundo, para verlas morir.
La niña no tenía más de 6 años y sintió pena.
Su madre la dejo en la escuela y se fué. Ella volvió a mirar la calle de la gran mansión donde había visto a aquel señor buen mozo, bien vestido y bien peinado que miraba pensativo el jardín. Recordó a su padre, ella también lo había perdido. Supo entonces que ya tenían algo en común y quiso conocerlo.
Camino las 2 cuadras que separaban el colegio del lugar y se paro en la reja enorme. De ahí observo todo, y se detuvo en el hombre.
El se percato de la presencia de la niña y la observo un largo rato. El sol le daba el la cara y era preciosa. Finalmente le hizo señas al mayordomo y al cabo de un minuto, este bajo. El sirviente era un hombre de pelo gris vestido de smoking como en las películas. Camino hasta la entrada y observo a la niña serio.
— ¿Quiere pasar ? pregunto abriendo la reja.
La niña dudo, miro hacia atrás y luego a la calle.
“Bueno” dijo, y su voz sonó tan inocente y suave que el mayordomo sonrío con una mueca extraña entre ternura y vanidad.
La tomo de la mano y ella la apretó segura. Caminaron hacia el hall bajo el sol de un hermoso día hasta la oscuridad de la gran casona, al encuentro del señor Misseri.
Era gracioso verlos de atrás, ella era diminuta y caminaba con una mochila rosada que era mas grande que ella, pensativa agarraba la mano del gran hombre que miraba hacia delante sin emitir palabra alguna
A medida que se acercaban a la puerta principal la niña empezó a sentir como todo se llenaba se sombras. Tuvo miedo, pero tarde. Ya estaba adentro. Y cuando menos lo espero un perro enorme se le vino encima para lamerle la cara. Grito fuerte haciendo eco entre los techos altos y luego, rió aun más fuerte. La casa entera se estremeció llenándose de color.
El señor Misseri, dueño de la mansión corrió al sentir el grito y luego se quedo inmóvil al sentir la risa al pie de la escalera de mármol.— Borges silencio dijo y el Gran Danes se quedo quieto observándolo.— Vaya escándalo, hace mucho no se ríe nadie aquí.
La niña se acongojo sintiendo culpa.— No, no sientas vergüenza, jamás dejes de hacerlo. Si se acaba la risa se secan las flores.— ¿Por eso se mueren? consultó la niña
El hombre la miro sorprendido y una cara triste y cansada hablo por el
— Si, y no puedo evitarlo—¿Entonces porque no se ríe a los gritos ?
Dijo ella como si la risa fuera algo obvio, algo con lo que nacemos y que nadie nos enseña a hacer.
— Oh, pero cuantas preguntas para algo tan pequeño, dijo el señor Misseri, conduciéndola a la terraza desde donde podía verse el campo de tulipanes bajo el sol. Estaba serio, y la miraba directo a los ojos.— Sabes, ya no puedo hacerlo. Mi risa se ha vuelto inválida hace mucho tiempo, tiene un eco triste en el fondo.— ¿Qué es una risa triste? objeto la niña.
El hombre no estaba acostumbrado a ser interrumpido. Sonrío y pensó un segundo.— Para entender lo que es una risa triste primero tienes que conocer la risa en su mayor esplendor. La risa que nace en el pecho y se agota en la boca. Así te ríes cuando estás enamorado. Así me reía con ella, solo con ella. Así nacieron las flores.
Primero te ríes por dentro y te pones en evidencia cuando se te escapa una carcajada al tiempo que te brillan los ojos.
Con el dolor, con la tristeza, con la perdida , se va apagando y siempre termina en un eco que se desvanece en la sombra del alma ausente. Uno termina olvidando de que se reía. Solo se queda extrañando, hurgando un recuerdo, queriendo compartir esa felicidad que no es felicidad sin compañía. La risa deja de alegrar al corazón para patearlo, traicionándose a si misma.
Al terminar de hablar, tomo aire y pregunto ¿cómo te llamas?— Leonor, dijo la pequeña con una mirada evidente de que tenia muchas cosas por preguntar.— Y dime, ¿te ríes mucho verdad Leonor?— Me gusta hacerlo dijo la niña, siento que el cuerpo me va a explotar, y me siento feliz.
— ¿Puedes hacerme un favor Leonor?— Tal vez— ¿Podrías multiplicar esa risa en la que sientes que el cuerpo te va a explotar por mil?
Leonor pensó unos cuantos segundos
— ¿Como puedo saber el resultado?— Es una buena pregunta. Solo sabrás el resultado cuando te enamores. Pues eso que acabas de decir es lo que me generaba mi esposa multiplicado por mil.
Leonor puso cara de maravillada, como si acabaran de contarle su cuento preferido.— Poco tiempo después de que Elena, mi esposa falleciera, dijo el hombre de ojos tristes sin mirarla tuve oportunidad de reírme en algunas ocasiones, pero al hacerlo con ganas, de pronto empezaba a recordarla, y la extrañaba tanto, deseándola cerca que mi risa me carcomía por dentro como asesinándome. Mas reía, mas fuertes eran las punzadas, el abandono del ser, el dolor. Mientras más fuerte me riera mas nítida era la imagen de ella, y deseaba morir de risa.
Terminaba riendo como un loco, con lágrimas en los ojos, buscándola.
Entonces me callaba en un suspiro largo, salvándome la vida, pero deseando morir a carcajadas .
Al notar esto empece a resguardándome cada vez más en mi soledad.— Mi papa también murió, creo que el me abraza cuando me río, por eso me río sin motivos, para sentirlo cerca, interrumpió la niña.
Misseri hablaba como un enfermo verborrágico con una estrategia perfecta en la que perdía y ganaba, luego cayó en lo que había dicho la pequeña y tuvo ganas de abrazarla. La miro a los ojos redondos, atentos, profundos, hermosos y pensó en su esposa.— Con el tiempo deje de reír, ves entonces por que no río? Sería como asesinarme a mi mismo con lo irónico que suene. Moriría de risa. Que seria un suicidio. Y sabes Leonor, si me suicidara perdería el cielo, el descanso eterno según dice la iglesia. Y jamás nos reencontraríamos, porque estoy seguro que ella esta allá, jamas volvería a verla.
Pero si no río, se secan las flores, Elena las amaba tanto.Y sin embargo solo puedo verlas morir.— Entonces yo vendré a reírme todas las tardes!!! grito Leonor.
El señor Misseri se quedó inmóvil. Luego lloró y lloró, y lloró y siguió llorando como un niño cubriéndose el rostro con las manos.
Leonor se acerco suavemente y puso su diminuta mano sobre su hombro, luego sobre su mejilla — No llores, ya estoy acá.
El hombre la abrazo de un arrebato, la abrazo tanto, tanto y tan fuerte que Leonor recordó a su padre. Luego ella soltó una carcajada y el señor Misseri tembló de emoción meciéndola.
Cada tarde, después de la escuela, Leonor va a reírse entre las flores. El no se ríe por fuera, pero se ríe por dentro, se le ve en los ojos.