En términos filosóficos, hablamos sobre la idea de descomponer la estructura misma de las cosas, partiendo del lenguaje desde el que han sido pensadas.
El origen de la palabra surge de la noción alemana de destruktion, término empleado primero por Heidegger en su libro Ser y tiempo. Jacques Derrida, otro gran pensador moderno, es quien deduce que la noción más clásica de ‘destrucción’ no se ajusta al sentido que Heidegger teorizó para explicarla, en la medida en que no se trata de la destrucción metafísica o de la reducción a la nada, sino más bien de un destino guiado por la experiencia.
La destruktion conduce al concepto de tiempo; conduciendo a la idea del ser como ser temporal.
La deconstrucción hace referencia a que la realidad no existe como objeto externo real, sino que se construye socialmente mediante la interacción cotidiana. Dicho de otra forma, lo que nosotros consideramos como una realidad objetiva y absoluta, no es más que un acuerdo, una convención social que se ha transmitido de generación en generación y que en algún momento se volvió incuestionable, y que por lo tanto la creemos como La Verdad.
“ La realidad no existe. No hay hechos: hay interpretaciones. La Verdad, o lo que llamamos verdad es una interpretación que ha prevalecido sobre otras.El ciudadano ilustreYa desde la edad media nace la idea de que cada órgano reproductor está asociado a cierto papel que debemos cumplir, a ciertos gustos que debemos tener o a formas de ser dentro de las que debemos expresarnos.
Y es ahí donde surge la duda sobre ¿quiénes somos y cómo nos han influenciado éstos estereotipos? Y caemos a pensar si alguna vez nos han empujado a hacer algo sólo por el órgano reproductor que tenemos, y si hubiera sido diferente si nos enseñaban que el sexo no es lo mismo que el género.
Si caemos en la cuenta de que el género es de hecho una construcción social, ¿qué es propiamente femenino o masculino en estos días donde todo los roles se han visto modificados?
Si ya sabemos que la monogamia no funciona. Si ya entendimos que los extremos son nocivos, tanto en las comidas como en los ismos. Si gran parte de la sociedad todavía no entiende que el amor es amor, sin importar el packaging en el que viene envuelto ¿por qué tenemos que seguir guiándonos por parámetros que no sabemos bien si son los nuestros? Si la casa, el auto, el perro y las dos bendiciones solo responden a los estándares bajo los que fuimos criados, y mucho no encajan con los que nosotros mismos nos planteamos.
Mamá, yo nunca te voy a dar nietos. De mi esperá gatos, y quizá alguno que otro pez dorado.
Ya aprendimos que el amor no es para siempre y que no tiene sentido quedarse si al otro no le interesa salvar el barco.
Nosotros no estamos juntos porque hayamos firmado nada, ni porque nuestras familias quieran, ni porque nos convenga demasiado, ni porque nos unan los hijos o las apariencias.
A nosotros esas cosas nonos obligan ni nos significan nada. Cuando nonosquerramos más no vamos a tener excusas para estar juntos
¿Será porque si no nos une el amor preferimos decir chau antes de amargarnos la existencia?
La idea es cuestionarse y con suerte ver el horizonte más allá de los estereotipos.
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