Ya pasó un año, pero parece que no pasó ni un día.
Tengo muy pocas fotos tuyas, porque elegí borrar todas. Te devolví todas las cartas y los regalos. Me deshice de tus promesas y trate de olvidar todos los sueños que teníamos juntos. Te encerré en mi alma, en mis recuerdos y en mi memoria…
Te maté un día, ahogándote en mis lágrimas…
Y aún no entiendo porque maldita razón seguís existiendo. Porque te sigo soñando, porque te sigo pensando. Porque hay noches en que beso tus labios y me duermo en tu abrazo como hace un verano.
Es que fuiste todo, y tal vez más que eso.
A veces extraño tu amistad, tu compañía, las charlas, las risas y hasta nuestras discusiones. A veces extraño tus besos, tu piel, tu mano junto a la mía, tus ojos vidriosos mirándome fijo y esa sonrisa cómplice que me llevaba a hacer cualquier cosa.
Te mentí. Te dije que no te amaba. Pero jamás dejé de hacerlo.
Es que te amo diferente; diferente de cómo un hombre ama a una mujer y también diferente de cómo un hombre ama a otro hombre… Te amo ¡y eso basta!
En días como hoy la angustia me come la cabeza. Y no es la angustia de no tenerte, sino la angustia de descubrir que siempre estás; en cada cosa que hago, que digo y que pienso. Que no te fuiste.
Que estás presente adentro, cada día, como hace 365 días. Pero que estás ausente.
Que ya no puedo tenerte ni conjugarte en ningún tiempo verbal. Que te extraño, que te necesito, que te espero y que tampoco nada va a volver a ser lo mismo.
Es que fuiste todo, y tal vez más que eso.
miércoles, 10 de abril de 2019
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