jueves, 19 de septiembre de 2019

Sobreviví

"Sí, un año es un ciclo nene ¡qué prolijo!" me dije a mi mismo mientras, sonreía orgulloso. Porque yo que me había caído unas cuantas veces, ahora volvía a estar donde estaba hace unos 365 días. Pero ahora sin él. Como si nada hubiese pasado o como quien resiste firme con su eventual magulladura, el que le haya pasado tanto. De este lado del mundo yo estoy de buen ánimo, estoy bien. Quizás no lo suficiente como para esbozar sonrisas idiotas, pero bien, teniendo en cuenta que mi cara de nenito comienza a soportar completitos sus ingenuos 32.

Podría jurarles que el tiempo no ha pasado realmente, si no fuera porque ya no siento el elefante en el pecho. Porque las cosas tienen un color reconocible, diferente y saludable y porque algo de mi cara en el espejo se ha vuelto familiar. Me animo a decir que sé quién está hablando cuando me escucho hablar.

Puedo configurar un año completito en mi mente, pero sólo por esa cantidad de situaciones surrealistas en las que me he visto envuelto, las que me permiten suponer un indiscutible devenir temporal. Puedo percibir la diferencia de estados entre el 19 de septiembre de 2018 y el del 2019; en el primero la tristeza me cortaba la respiración y me colmaba de pesadillas. En el segundo la ansiedad no me deja dormir y la inseguridad me pincha la nunca, pero Dios bendiga la ansiedad, esa tontuela neurosis. Nada es peor que la tristeza y odiarse por ella o desde ella.

Esta diferencia entre los puntos me permite suponer una cosa solamente: sí, ha pasado un tiempo.

Fue B. quien originó la matriz de la diferencia entre estos dos puntos, hoy tan claros como ayer inconcebibles. Fue por él y gracias a él, que comenzó en mí la reforma. Y aunque ya no lo vea. Aunque no lo reconozca si lo veo, aún tengo atragantada la última charla. Que ya no fué para maldecirlo y contarle cuanto lo odié. Fué para agradecerle. Para dar vuelta la página y seguir tranquilo por el camino que elegí.

Pasó un año completo y aquello que era prácticamente imposible hoy es una realidad: Sobreviví solito. Y hasta me atrevo a decir que (ahora) feliz.

Fue hace tiempo, un día cuando ya parecía que no me levantaba; nos encontramos en una esquina. En su timidez me dejó hablar, me dejó abrir el pecho y boludear toda la noche, me dejó insultarle la ropa y criticarle la barba y no intentó acercarse por quién sabe cuánto tiempo. Parecía querer demostrarme que esperar no era esperar, era más que nada, salvarme. Desde su metodología pictórica me dibujó de otra manera, pintó algo de mí en lo que ya no creía, me sacó una foto y vi lo que veía, me gustó cómo le gustaba y me gusté mientras me gustaba... Por supuesto, después me abrazó y me regaló algunas promesas.

Hoy ya no lo tengo. Y es mejor así. Solo extraño su amistad, aunque hace un tiempo extrañaba todo. Hoy tengo la mayoría de las cosas resueltas, ayer era un lío mi cabeza. Hoy sonrío, y pienso seguir sonriendo mañana.

Decidí empezar a amarme en mi propia mirada. Está en mí la ferocidad y en la otredad no hay tanta maldad como en mis ojos de cabra engualichada.

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