Michael Frank's
martes, 24 de diciembre de 2019
domingo, 1 de diciembre de 2019
Dejar ir
“No es soberbia, es amor.
La verdad es que no somos para todos, y no todos son para nosotros. Eso es tal vez lo que nos hace especiales. Aprendemos a descubrir lo precioso porque hemos experimentado lo que no lo es.
Pero mientras más tiempo pasamos tratando de forzar a alguien a amarnos cuando no son capaces, más tiempo nos estamos privando de una genuina conexión. Nos están esperando. Hay muchos peces en el mar, y muchos se van a encontrar con nosotros a otro nivel, con otra vibración y en otra parte del camino que estamos recorriendo.
Y cuanto más tiempo nos quede metidos en la familiaridad de la vida y en la tesitura de la gente que nos usa como cojín; más tiempo nos mantenemos fuera del lugar que anhelamos.
Tal vez nos olviden por completo. Tal vez dejando de intentarlo la plantita de secará. Tal vez dejando de enviar mensajes de texto, nuestro teléfono permanecerá oscuro durante días y semanas. Y es que quizá dejando de amar el amor se disolverá, como las olas nos roban la arena de las manos.
Y eso no quiere decir que lo hayamos arruinado. Significa que lo único que lo sostenía era la energía que sólo nosotros poníamos. Eso no es amor. Eso es apego.
La cosa más preciosa e importante que tenemos en la vida es nuestra energía. No es nuestro tiempo lo que nos está limitado, es la energía. O la falta de ella. Lo que damos cada día es lo que volverá a nuestra vida. En lo que gastamos nuestro tiempo es lo que definirá nuestra existencia.
Cuando nos damos cuenta de esto es cuando empezamos a entender por qué estamos ansiosos cuando pasamos tiempo con gente que no aporta, y en trabajos o lugares o ciudades que no convienen.
Es ahí cuando comenzamos a darnos cuenta que lo más importante que podemos hacer por nuestra vida y por nosotros mismos (y por todos los que conocemos) es conservar esa energía más ferozmente que cualquier otra cosa.
Hacer de nuestra vida un refugio seguro en el que sólo se permita a las personas que puedan cuidar, escuchar y conectarse.
No somos responsables de salvar a la gente.
No somos responsables de convencerlos de necesitar ser salvados.
No es nuestro trabajo estar para la gente y entregarles nuestra vida, poco a poco, momento a momento, porque nos compadecemos de ellos, porque nos sentimos mal, porque “deberíamos”, porque en la raíz de todo esto, la verdad es que tenemos miedo de que no nos devuelvan el favor.
Es nuestro trabajo darnos cuenta que somos los amos del destino, los capitanes de nuestra propia alma y que estamos aceptando el amor que creemos merecer.
Decidamos una amistad real, un compromiso verdadero y un amor completo con las personas que están en nuestro universo.
Entonces esperemos en la oscuridad, sólo por un momento... Y miremos lo rápido que todo comienza a cambiar.
Amor propio sobre todo, o quizá congruencia.
Lo cierto es que el amor no desaparece, no se va. Seguimos amando, pero desde otra perspectiva o desde otra comprensión, entendimiento y consciencia.
Quizá sea una de las cosas más difícil que hacer en la vida, pero será seguro también la más importante: soltar aquello que no nos quiere sostener. Deja de tener conversaciones difíciles con gente que no quiere cambiar. Deja de estar para gente que es indiferente a nuestra presencia. Deja de dar amor y energía a gente que no está lista para amarnos.
Y sé que es hasta una cuestión de supervivencia; hacer todo lo que podemos para ganarnos las buenas gracias de los otros, pero también es un impulso que nos robará el tiempo, la energía y hasta la cordura.
Y esto no significa que tengamos de dejar de ser quienes somos. Significa, más bien que tenemos que apartarnos de personas que no están preparadas para amarnos. Porque al fin y al cabo si no pueden soportar toda nuestra oscuridad ya no merecen ni un destello de luz.
A diario somos excluidos, insultados o sutilmente olvidados. Quizá hasta fácilmente ignorados por personas con las que pasamos la mayor parte del tiempo. No les estamos haciendo un favor al continuar ofreciéndoles nuestra energía y nuestra existencia.
Quizá sea una de las cosas más difícil que hacer en la vida, pero será seguro también la más importante: soltar aquello que no nos quiere sostener. Deja de tener conversaciones difíciles con gente que no quiere cambiar. Deja de estar para gente que es indiferente a nuestra presencia. Deja de dar amor y energía a gente que no está lista para amarnos.
Y sé que es hasta una cuestión de supervivencia; hacer todo lo que podemos para ganarnos las buenas gracias de los otros, pero también es un impulso que nos robará el tiempo, la energía y hasta la cordura.
Y esto no significa que tengamos de dejar de ser quienes somos. Significa, más bien que tenemos que apartarnos de personas que no están preparadas para amarnos. Porque al fin y al cabo si no pueden soportar toda nuestra oscuridad ya no merecen ni un destello de luz.
A diario somos excluidos, insultados o sutilmente olvidados. Quizá hasta fácilmente ignorados por personas con las que pasamos la mayor parte del tiempo. No les estamos haciendo un favor al continuar ofreciéndoles nuestra energía y nuestra existencia.
La verdad es que no somos para todos, y no todos son para nosotros. Eso es tal vez lo que nos hace especiales. Aprendemos a descubrir lo precioso porque hemos experimentado lo que no lo es.
Pero mientras más tiempo pasamos tratando de forzar a alguien a amarnos cuando no son capaces, más tiempo nos estamos privando de una genuina conexión. Nos están esperando. Hay muchos peces en el mar, y muchos se van a encontrar con nosotros a otro nivel, con otra vibración y en otra parte del camino que estamos recorriendo.
Y cuanto más tiempo nos quede metidos en la familiaridad de la vida y en la tesitura de la gente que nos usa como cojín; más tiempo nos mantenemos fuera del lugar que anhelamos.
Tal vez nos olviden por completo. Tal vez dejando de intentarlo la plantita de secará. Tal vez dejando de enviar mensajes de texto, nuestro teléfono permanecerá oscuro durante días y semanas. Y es que quizá dejando de amar el amor se disolverá, como las olas nos roban la arena de las manos.
Y eso no quiere decir que lo hayamos arruinado. Significa que lo único que lo sostenía era la energía que sólo nosotros poníamos. Eso no es amor. Eso es apego.
La cosa más preciosa e importante que tenemos en la vida es nuestra energía. No es nuestro tiempo lo que nos está limitado, es la energía. O la falta de ella. Lo que damos cada día es lo que volverá a nuestra vida. En lo que gastamos nuestro tiempo es lo que definirá nuestra existencia.
Cuando nos damos cuenta de esto es cuando empezamos a entender por qué estamos ansiosos cuando pasamos tiempo con gente que no aporta, y en trabajos o lugares o ciudades que no convienen.
Es ahí cuando comenzamos a darnos cuenta que lo más importante que podemos hacer por nuestra vida y por nosotros mismos (y por todos los que conocemos) es conservar esa energía más ferozmente que cualquier otra cosa.
Hacer de nuestra vida un refugio seguro en el que sólo se permita a las personas que puedan cuidar, escuchar y conectarse.
No somos responsables de salvar a la gente.
No somos responsables de convencerlos de necesitar ser salvados.
No es nuestro trabajo estar para la gente y entregarles nuestra vida, poco a poco, momento a momento, porque nos compadecemos de ellos, porque nos sentimos mal, porque “deberíamos”, porque en la raíz de todo esto, la verdad es que tenemos miedo de que no nos devuelvan el favor.
Es nuestro trabajo darnos cuenta que somos los amos del destino, los capitanes de nuestra propia alma y que estamos aceptando el amor que creemos merecer.
Decidamos una amistad real, un compromiso verdadero y un amor completo con las personas que están en nuestro universo.
Entonces esperemos en la oscuridad, sólo por un momento... Y miremos lo rápido que todo comienza a cambiar.
jueves, 7 de noviembre de 2019
jueves, 17 de octubre de 2019
El abismo interior
Al aforismo 146 de Más allá del bien y del mal hay que entenderlo como clara referencia al abismo alegórico que se reitera en diversos pasajes de Así habló Zaratustra. Ese abismo, a grandes rasgos simboliza o representa el mal del ser humano.
Al hombre le ocurre lo mismo que al árbol. Cuanto más quiere elevarse hacia la altura y hacia la luz, tanto más fuertemente tienden sus raíces hacia la tierra, hacia abajo, hacia lo oscuro, lo profundo — hacia el mal.
Al hombre le ocurre lo mismo que al árbol. Cuanto más quiere elevarse hacia la altura y hacia la luz, tanto más fuertemente tienden sus raíces hacia la tierra, hacia abajo, hacia lo oscuro, lo profundo — hacia el mal.
En estos pasajes del Zaratustra vemos por ejemplo la figura del águila representando al orgullo: el hombre tiene sus raíces profundas en el mal, y es el mal genuinamente humano sin par en el mundo físico, biológico o metafísico.
Y para quien quiera emprender el trabajo de desnudar su condición humana viene éste consejo:
Quien no tiene alas no debe tenderse sobre abismos.
Quien no tiene alas no debe tenderse sobre abismos.
Alas, como las que tiene el águila.
Sólo puede ser intrépido quien conoce el miedo pero lo supera; quien ve el abismo con orgullo. Quien ve el abismo con ojos de águila; quien con garras de águila se aferra al abismo; ése tiene valor.
Aquí refiere no sólo la necesidad del escrutinio puramente intelectual del origen del mal, sino a la necesidad de reconocernos en el mal, en cierto modo, de empatizar con él o más bien, de asumir y no oponernos irracionalmente al hecho de que forma parte de nuestra esencia y condición.
Hay que estar preparado para verle la cara al monstruo. Y para ello es necesario ejercitar cierta disciplina e higiene intelectual y moral; serse sincero y contemplar la condición en la que estamos y reconocer en los rincones más oscuros del alma la familiaridad de nuestros propios traumas. Amanzarlos, con la firmeza y la paciencia que eso implica, y tal vez no conquistarlos, pero si invitarlos a compartir una existencia medianamente pacífica.
martes, 1 de octubre de 2019
jueves, 19 de septiembre de 2019
Sobreviví
"Sí, un año es un ciclo nene ¡qué prolijo!" me dije a mi mismo mientras, sonreía orgulloso. Porque yo que me había caído unas cuantas veces, ahora volvía a estar donde estaba hace unos 365 días. Pero ahora sin él. Como si nada hubiese pasado o como quien resiste firme con su eventual magulladura, el que le haya pasado tanto. De este lado del mundo yo estoy de buen ánimo, estoy bien. Quizás no lo suficiente como para esbozar sonrisas idiotas, pero bien, teniendo en cuenta que mi cara de nenito comienza a soportar completitos sus ingenuos 32.
Podría jurarles que el tiempo no ha pasado realmente, si no fuera porque ya no siento el elefante en el pecho. Porque las cosas tienen un color reconocible, diferente y saludable y porque algo de mi cara en el espejo se ha vuelto familiar. Me animo a decir que sé quién está hablando cuando me escucho hablar.
Puedo configurar un año completito en mi mente, pero sólo por esa cantidad de situaciones surrealistas en las que me he visto envuelto, las que me permiten suponer un indiscutible devenir temporal. Puedo percibir la diferencia de estados entre el 19 de septiembre de 2018 y el del 2019; en el primero la tristeza me cortaba la respiración y me colmaba de pesadillas. En el segundo la ansiedad no me deja dormir y la inseguridad me pincha la nunca, pero Dios bendiga la ansiedad, esa tontuela neurosis. Nada es peor que la tristeza y odiarse por ella o desde ella.
Esta diferencia entre los puntos me permite suponer una cosa solamente: sí, ha pasado un tiempo.
Fue B. quien originó la matriz de la diferencia entre estos dos puntos, hoy tan claros como ayer inconcebibles. Fue por él y gracias a él, que comenzó en mí la reforma. Y aunque ya no lo vea. Aunque no lo reconozca si lo veo, aún tengo atragantada la última charla. Que ya no fué para maldecirlo y contarle cuanto lo odié. Fué para agradecerle. Para dar vuelta la página y seguir tranquilo por el camino que elegí.
Pasó un año completo y aquello que era prácticamente imposible hoy es una realidad: Sobreviví solito. Y hasta me atrevo a decir que (ahora) feliz.
Fue hace tiempo, un día cuando ya parecía que no me levantaba; nos encontramos en una esquina. En su timidez me dejó hablar, me dejó abrir el pecho y boludear toda la noche, me dejó insultarle la ropa y criticarle la barba y no intentó acercarse por quién sabe cuánto tiempo. Parecía querer demostrarme que esperar no era esperar, era más que nada, salvarme. Desde su metodología pictórica me dibujó de otra manera, pintó algo de mí en lo que ya no creía, me sacó una foto y vi lo que veía, me gustó cómo le gustaba y me gusté mientras me gustaba... Por supuesto, después me abrazó y me regaló algunas promesas.
Hoy ya no lo tengo. Y es mejor así. Solo extraño su amistad, aunque hace un tiempo extrañaba todo. Hoy tengo la mayoría de las cosas resueltas, ayer era un lío mi cabeza. Hoy sonrío, y pienso seguir sonriendo mañana.
Podría jurarles que el tiempo no ha pasado realmente, si no fuera porque ya no siento el elefante en el pecho. Porque las cosas tienen un color reconocible, diferente y saludable y porque algo de mi cara en el espejo se ha vuelto familiar. Me animo a decir que sé quién está hablando cuando me escucho hablar.
Puedo configurar un año completito en mi mente, pero sólo por esa cantidad de situaciones surrealistas en las que me he visto envuelto, las que me permiten suponer un indiscutible devenir temporal. Puedo percibir la diferencia de estados entre el 19 de septiembre de 2018 y el del 2019; en el primero la tristeza me cortaba la respiración y me colmaba de pesadillas. En el segundo la ansiedad no me deja dormir y la inseguridad me pincha la nunca, pero Dios bendiga la ansiedad, esa tontuela neurosis. Nada es peor que la tristeza y odiarse por ella o desde ella.
Esta diferencia entre los puntos me permite suponer una cosa solamente: sí, ha pasado un tiempo.
Fue B. quien originó la matriz de la diferencia entre estos dos puntos, hoy tan claros como ayer inconcebibles. Fue por él y gracias a él, que comenzó en mí la reforma. Y aunque ya no lo vea. Aunque no lo reconozca si lo veo, aún tengo atragantada la última charla. Que ya no fué para maldecirlo y contarle cuanto lo odié. Fué para agradecerle. Para dar vuelta la página y seguir tranquilo por el camino que elegí.
Pasó un año completo y aquello que era prácticamente imposible hoy es una realidad: Sobreviví solito. Y hasta me atrevo a decir que (ahora) feliz.
Fue hace tiempo, un día cuando ya parecía que no me levantaba; nos encontramos en una esquina. En su timidez me dejó hablar, me dejó abrir el pecho y boludear toda la noche, me dejó insultarle la ropa y criticarle la barba y no intentó acercarse por quién sabe cuánto tiempo. Parecía querer demostrarme que esperar no era esperar, era más que nada, salvarme. Desde su metodología pictórica me dibujó de otra manera, pintó algo de mí en lo que ya no creía, me sacó una foto y vi lo que veía, me gustó cómo le gustaba y me gusté mientras me gustaba... Por supuesto, después me abrazó y me regaló algunas promesas.
Hoy ya no lo tengo. Y es mejor así. Solo extraño su amistad, aunque hace un tiempo extrañaba todo. Hoy tengo la mayoría de las cosas resueltas, ayer era un lío mi cabeza. Hoy sonrío, y pienso seguir sonriendo mañana.
Decidí empezar a amarme en mi propia mirada. Está en mí la ferocidad y en la otredad no hay tanta maldad como en mis ojos de cabra engualichada.
martes, 3 de septiembre de 2019
sábado, 24 de agosto de 2019
Destruktion
Hoy el gran desafío es decontruirse.
En términos filosóficos, hablamos sobre la idea de descomponer la estructura misma de las cosas, partiendo del lenguaje desde el que han sido pensadas.
El origen de la palabra surge de la noción alemana de destruktion, término empleado primero por Heidegger en su libro Ser y tiempo. Jacques Derrida, otro gran pensador moderno, es quien deduce que la noción más clásica de ‘destrucción’ no se ajusta al sentido que Heidegger teorizó para explicarla, en la medida en que no se trata de la destrucción metafísica o de la reducción a la nada, sino más bien de un destino guiado por la experiencia.
La destruktion conduce al concepto de tiempo; conduciendo a la idea del ser como ser temporal.
La deconstrucción hace referencia a que la realidad no existe como objeto externo real, sino que se construye socialmente mediante la interacción cotidiana. Dicho de otra forma, lo que nosotros consideramos como una realidad objetiva y absoluta, no es más que un acuerdo, una convención social que se ha transmitido de generación en generación y que en algún momento se volvió incuestionable, y que por lo tanto la creemos como La Verdad.
Y es ahí donde surge la duda sobre ¿quiénes somos y cómo nos han influenciado éstos estereotipos? Y caemos a pensar si alguna vez nos han empujado a hacer algo sólo por el órgano reproductor que tenemos, y si hubiera sido diferente si nos enseñaban que el sexo no es lo mismo que el género.
Si caemos en la cuenta de que el género es de hecho una construcción social, ¿qué es propiamente femenino o masculino en estos días donde todo los roles se han visto modificados?
Si ya sabemos que la monogamia no funciona. Si ya entendimos que los extremos son nocivos, tanto en las comidas como en los ismos. Si gran parte de la sociedad todavía no entiende que el amor es amor, sin importar el packaging en el que viene envuelto ¿por qué tenemos que seguir guiándonos por parámetros que no sabemos bien si son los nuestros? Si la casa, el auto, el perro y las dos bendiciones solo responden a los estándares bajo los que fuimos criados, y mucho no encajan con los que nosotros mismos nos planteamos.
Mamá, yo nunca te voy a dar nietos. De mi esperá gatos, y quizá alguno que otro pez dorado.
Ya aprendimos que el amor no es para siempre y que no tiene sentido quedarse si al otro no le interesa salvar el barco.
Nosotros no estamos juntos porque hayamos firmado nada, ni porque nuestras familias quieran, ni porque nos convenga demasiado, ni porque nos unan los hijos o las apariencias.
A nosotros esas cosas nonos obligan ni nos significan nada. Cuando nonosquerramos más no vamos a tener excusas para estar juntos
¿Será porque si no nos une el amor preferimos decir chau antes de amargarnos la existencia?
El preguntarnos quiénes somos ("quién soy") y cómo llegamos a constituir esta manera en que nos mostramos es el primer paso para reflexionar sobre cómo existen otras posibilidades, no sólo de identificarnos sino también de ver el mundo.
En términos filosóficos, hablamos sobre la idea de descomponer la estructura misma de las cosas, partiendo del lenguaje desde el que han sido pensadas.
El origen de la palabra surge de la noción alemana de destruktion, término empleado primero por Heidegger en su libro Ser y tiempo. Jacques Derrida, otro gran pensador moderno, es quien deduce que la noción más clásica de ‘destrucción’ no se ajusta al sentido que Heidegger teorizó para explicarla, en la medida en que no se trata de la destrucción metafísica o de la reducción a la nada, sino más bien de un destino guiado por la experiencia.
La destruktion conduce al concepto de tiempo; conduciendo a la idea del ser como ser temporal.
La deconstrucción hace referencia a que la realidad no existe como objeto externo real, sino que se construye socialmente mediante la interacción cotidiana. Dicho de otra forma, lo que nosotros consideramos como una realidad objetiva y absoluta, no es más que un acuerdo, una convención social que se ha transmitido de generación en generación y que en algún momento se volvió incuestionable, y que por lo tanto la creemos como La Verdad.
“ La realidad no existe. No hay hechos: hay interpretaciones. La Verdad, o lo que llamamos verdad es una interpretación que ha prevalecido sobre otras.El ciudadano ilustreYa desde la edad media nace la idea de que cada órgano reproductor está asociado a cierto papel que debemos cumplir, a ciertos gustos que debemos tener o a formas de ser dentro de las que debemos expresarnos.
Y es ahí donde surge la duda sobre ¿quiénes somos y cómo nos han influenciado éstos estereotipos? Y caemos a pensar si alguna vez nos han empujado a hacer algo sólo por el órgano reproductor que tenemos, y si hubiera sido diferente si nos enseñaban que el sexo no es lo mismo que el género.
Si caemos en la cuenta de que el género es de hecho una construcción social, ¿qué es propiamente femenino o masculino en estos días donde todo los roles se han visto modificados?
Si ya sabemos que la monogamia no funciona. Si ya entendimos que los extremos son nocivos, tanto en las comidas como en los ismos. Si gran parte de la sociedad todavía no entiende que el amor es amor, sin importar el packaging en el que viene envuelto ¿por qué tenemos que seguir guiándonos por parámetros que no sabemos bien si son los nuestros? Si la casa, el auto, el perro y las dos bendiciones solo responden a los estándares bajo los que fuimos criados, y mucho no encajan con los que nosotros mismos nos planteamos.
Mamá, yo nunca te voy a dar nietos. De mi esperá gatos, y quizá alguno que otro pez dorado.
Ya aprendimos que el amor no es para siempre y que no tiene sentido quedarse si al otro no le interesa salvar el barco.
Nosotros no estamos juntos porque hayamos firmado nada, ni porque nuestras familias quieran, ni porque nos convenga demasiado, ni porque nos unan los hijos o las apariencias.
A nosotros esas cosas nonos obligan ni nos significan nada. Cuando nonosquerramos más no vamos a tener excusas para estar juntos
¿Será porque si no nos une el amor preferimos decir chau antes de amargarnos la existencia?
La idea es cuestionarse y con suerte ver el horizonte más allá de los estereotipos.
domingo, 11 de agosto de 2019
miércoles, 1 de mayo de 2019
1 de mayo
Un gracias infinito por estar y por crecer juntos
por quedarte a mi lado a pesar de todo, y abrazarme fuerte cuando mas lo necesito
por enseñarme cosas que no sé, y por recordarme las que aprendí
por acompañarme en este camino, que solo me gusta caminar con vos
por compartir mis gustos y mis ganas
por inundarme con tu preguntas y llegar siempre justo a tiempo
por dejarme invadir tu vida y estar horas al lado mío, muchas veces sin decir palabra
por ponerle humor a nuestro día a día y aprender a reír
por la ironía que compartimos y la complicidad que tenemos
por esos ojos sinceros que cuando miro entiendo todo
por entenderme y aceptar nuestras diferencias
por ayudarme y no dejarme cuando todo era caos y ni yo sabía lo que quería
por decirme te quiero solo cuando es necesario
por vivir juntos cosas que nos fortalecen y por aprender juntos
por que tu compañía me tranquiliza y tu olor me calma mas que nada
por incluirme en tus sueños y proyectar cosas juntos
por ayudarme a cumplir los míos y hacer posible un mañana
por enseñarme mil cosas que no sabia que existían, muchas veces sin decir palabra
por ser sincero, auténtico, y cierto
por decirme que cosas te molestan y solucionarlo juntos
por este grupo que conformamos y esta confianza que tenemos
por tener tantas ganas de conocerme y sonreírme cuando te miro
por no cansarte de mi, entenderme, bancarme e insistir en estar a mi lado
por la complicidad, los abrazos, y las sonrisas
por estar a mi lado cuando más te necesito y dejarme estar con vos sin importar como estés
por que no me importa lo que pueda llegar a pasar mañana, porque estamos juntos en esto y lo mejor siempre viene adelante
Gracias por estar en cada nuevo amanecer.
por quedarte a mi lado a pesar de todo, y abrazarme fuerte cuando mas lo necesito
por enseñarme cosas que no sé, y por recordarme las que aprendí
por acompañarme en este camino, que solo me gusta caminar con vos
por compartir mis gustos y mis ganas
por inundarme con tu preguntas y llegar siempre justo a tiempo
por dejarme invadir tu vida y estar horas al lado mío, muchas veces sin decir palabra
por ponerle humor a nuestro día a día y aprender a reír
por la ironía que compartimos y la complicidad que tenemos
por esos ojos sinceros que cuando miro entiendo todo
por entenderme y aceptar nuestras diferencias
por ayudarme y no dejarme cuando todo era caos y ni yo sabía lo que quería
por decirme te quiero solo cuando es necesario
por vivir juntos cosas que nos fortalecen y por aprender juntos
por que tu compañía me tranquiliza y tu olor me calma mas que nada
por incluirme en tus sueños y proyectar cosas juntos
por ayudarme a cumplir los míos y hacer posible un mañana
por enseñarme mil cosas que no sabia que existían, muchas veces sin decir palabra
por ser sincero, auténtico, y cierto
por decirme que cosas te molestan y solucionarlo juntos
por este grupo que conformamos y esta confianza que tenemos
por tener tantas ganas de conocerme y sonreírme cuando te miro
por no cansarte de mi, entenderme, bancarme e insistir en estar a mi lado
por la complicidad, los abrazos, y las sonrisas
por estar a mi lado cuando más te necesito y dejarme estar con vos sin importar como estés
por que no me importa lo que pueda llegar a pasar mañana, porque estamos juntos en esto y lo mejor siempre viene adelante
Gracias por estar en cada nuevo amanecer.
lunes, 29 de abril de 2019
miércoles, 10 de abril de 2019
Fuiste todo, y tal vez más que eso
Ya pasó un año, pero parece que no pasó ni un día.
Tengo muy pocas fotos tuyas, porque elegí borrar todas. Te devolví todas las cartas y los regalos. Me deshice de tus promesas y trate de olvidar todos los sueños que teníamos juntos. Te encerré en mi alma, en mis recuerdos y en mi memoria…
Te maté un día, ahogándote en mis lágrimas…
Y aún no entiendo porque maldita razón seguís existiendo. Porque te sigo soñando, porque te sigo pensando. Porque hay noches en que beso tus labios y me duermo en tu abrazo como hace un verano.
Es que fuiste todo, y tal vez más que eso.
A veces extraño tu amistad, tu compañía, las charlas, las risas y hasta nuestras discusiones. A veces extraño tus besos, tu piel, tu mano junto a la mía, tus ojos vidriosos mirándome fijo y esa sonrisa cómplice que me llevaba a hacer cualquier cosa.
Te mentí. Te dije que no te amaba. Pero jamás dejé de hacerlo.
Es que te amo diferente; diferente de cómo un hombre ama a una mujer y también diferente de cómo un hombre ama a otro hombre… Te amo ¡y eso basta!
En días como hoy la angustia me come la cabeza. Y no es la angustia de no tenerte, sino la angustia de descubrir que siempre estás; en cada cosa que hago, que digo y que pienso. Que no te fuiste.
Que estás presente adentro, cada día, como hace 365 días. Pero que estás ausente.
Que ya no puedo tenerte ni conjugarte en ningún tiempo verbal. Que te extraño, que te necesito, que te espero y que tampoco nada va a volver a ser lo mismo.
Es que fuiste todo, y tal vez más que eso.
Tengo muy pocas fotos tuyas, porque elegí borrar todas. Te devolví todas las cartas y los regalos. Me deshice de tus promesas y trate de olvidar todos los sueños que teníamos juntos. Te encerré en mi alma, en mis recuerdos y en mi memoria…
Te maté un día, ahogándote en mis lágrimas…
Y aún no entiendo porque maldita razón seguís existiendo. Porque te sigo soñando, porque te sigo pensando. Porque hay noches en que beso tus labios y me duermo en tu abrazo como hace un verano.
Es que fuiste todo, y tal vez más que eso.
A veces extraño tu amistad, tu compañía, las charlas, las risas y hasta nuestras discusiones. A veces extraño tus besos, tu piel, tu mano junto a la mía, tus ojos vidriosos mirándome fijo y esa sonrisa cómplice que me llevaba a hacer cualquier cosa.
Te mentí. Te dije que no te amaba. Pero jamás dejé de hacerlo.
Es que te amo diferente; diferente de cómo un hombre ama a una mujer y también diferente de cómo un hombre ama a otro hombre… Te amo ¡y eso basta!
En días como hoy la angustia me come la cabeza. Y no es la angustia de no tenerte, sino la angustia de descubrir que siempre estás; en cada cosa que hago, que digo y que pienso. Que no te fuiste.
Que estás presente adentro, cada día, como hace 365 días. Pero que estás ausente.
Que ya no puedo tenerte ni conjugarte en ningún tiempo verbal. Que te extraño, que te necesito, que te espero y que tampoco nada va a volver a ser lo mismo.
Es que fuiste todo, y tal vez más que eso.
martes, 26 de marzo de 2019
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